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¿Información nutricional de las recetas de la abuela?

Cuando era chico tuve la suerte que mi familia me enseñó a comer casero y natural. Si en algo podemos estar de acuerdo, es que no hay como la buena comida hecha en casa.

Pero ésta es una costumbre que con desventura se está perdiendo.

La industria alimentaria acudió a toda clase de etiquetas para recordarnos que no necesitamos cocinar nosotros: sin grasa, sin colesterol, sin calorías, sin azúcar, sin conservantes -bueno- algunitos pero los permitidos, light, 0%, cero, zero, diet, “lo recomienda Tévez”, y un sinfín más. Esto tiene proporciones globales.

¿Cómo llegamos a este punto?

Me hice entonces otra pregunta. Si la mayoría de los trastornos de salud están relacionados íntimamente con una alimentación deficiente, hiperelaborada e hiperaditivada proporcionada por la industria en el mercado actual, ¿Por qué tantos nutriólogos han armado sus planes alimentarios basados mayoritariamente en productos listos de la industria que en materia prima (sin procesar) como ingredientes? Una de las posibles razones que se me ocurre es que los productos envasados tienen una etiqueta de información nutricional, y el estofado que hacía la abuela no. La otra es el tiempo. El que lleva preparar ese plato y el que le lleva al nutriólogo calcular los aportes nutricionales de una receta casera.

Luego de investigar sobre las distintas formas de clasificación de alimentos, pude comprobar que lograr un recetario organizado, atractivo y fiable no es una tarea fácil y es probablemente uno de los mayores desafíos en tecnología de información que enfrenta hoy el ser humano.

Mi opinión como tecnólogo es: esto no tiene por qué ser así.

Hoy tengo la gratificación de presentar la fase inicial de Platos Terminados 2.0, un proyecto de recetario colaborativo con información nutricional y herramienta de cálculo, integrada con FIMEDI NET para darle a los pacientes una lista basada en una selección apta para su situación:

¿Te gustaría hacer tu aporte a este proyecto?

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